Empecé ese 2015 con miles de agüeros navideños y muy buena energía, enamorada, convencida de que tenía un punto fijo y que Alan y yo íbamos en la misma dirección. Pasé de ser una simple editora para ser la editora en jefe de una importante agencia de publicidad de la ciudad. Era muy feliz, rodeada de un grupo sólido y leal de “amigos”… ¿qué más podía pedir? Pero, tres meses después, todo se empezó a derrumbar. Para mediados de marzo, el grupo “maravilloso de amigos”, Alan y yo, tratábamos de hacer planes sencillos pero que nos sacaban un poco de la rutina, (no sé a ustedes, pero a mí, la rutina me deprime; Alan, la amaba)… salir a comer después del trabajo, ir a cine, bailar y beber, etc., y en uno de esos planes, uno de los integrantes propuso viajar para las vacaciones de Semana Santa a su ciudad de…