Empecé ese 2015 con miles de agüeros navideños y muy buena energía, enamorada, convencida de que tenía un punto fijo y que Alan y yo íbamos en la misma dirección. Pasé de ser una simple editora para ser la editora en jefe de una importante agencia de publicidad de la ciudad. Era muy feliz, rodeada de un grupo sólido y leal de “amigos”… ¿qué más podía pedir? Pero, tres meses después, todo se empezó a derrumbar. Para mediados de marzo, el grupo “maravilloso de amigos”, Alan y yo, tratábamos de hacer planes sencillos pero que nos sacaban un poco de la rutina, (no sé a ustedes, pero a mí, la rutina me deprime; Alan, la amaba)… salir a comer después del trabajo, ir a cine, bailar y beber, etc., y en uno de esos planes, uno de los integrantes propuso viajar para las vacaciones de Semana Santa a su ciudad de…
agosto 10, 2015 Cuando me di cuenta, Alan ya estaba con sus maletas en la puerta, por segunda vez. El vacío que se sentía era una mierda, pero yo siempre tuve la estúpida esperanza de que él se devolvería a decirme que lo sentía tanto o más que yo, y que haría lo que fuera necesario para estar a mi lado. Pero, ¿acaso no era evidente pedirle que se fuera? Es irónico ver cómo en tus narices se derrumba todo lo que has logrado, a veces me pregunto qué hubiera pasado si yo hubiera actuado diferente, pero no, no puedo poner en mis hombros toda la responsabilidad de una relación, de una familia y controlar los actos de los demás, eso es un capricho pendejo que aún me cuesta entender y evitar. Años después, pienso en que lo vivido me ha servido para crecer como ser humano y evolucionar, pero…