Y ahí estaba yo, tapando el sol con un dedo para no enfrentarme al divorcio que estaba frente a mi nariz; o más bien, perdiendo lo poco que quedaba de mí en medio de un divorcio doloroso y decepcionante vs. una “relación” de amantes que me llevaría a tocar fondo.

Me aferré a Esteban como mi “único” boleto de salvación y automáticamente en un acto de falta de amor propio, hice de él mi todo, tanto que dejé a Helenita y a Ana a un lado – y que sea este otro medio para agradecer a Helenita su incondicionalidad, porque sin ella no sé que hubiese sido de mi hija – porque lo único que yo quería era estar con él, día y noche, quería que él se enamorara de mi como yo juraba que lo estaba de él, pero solo tenía de lunes a viernes después del trabajo para lograrlo, entonces nada tenía más importancia para mi, que cumplir con mi horario laboral y correr a inventarme algún plan después del trabajo, así fuera trabajar juntos dentro de la agencia en horas extras no pagas… pero no importaba, yo babeaba por él así que era “feliz”.

Como siempre lo he dicho, si las mujeres tenemos el tan nombrado “sexto sentido” los hombres también, pero ellos lo usan como olfato para identificar el miedo y la inseguridad en nosotras y abusar de eso, pero a la final no es culpa de ellos, las únicas responsables de el “sufrimiento” por amor somos nosotras mismas – lección aprendida -.

Así que yo, como en esa época no sabía amarme, estaba en modo “me levanto a ese man así sea lo último que haga”. Para esos días, Alan ya se había ido de la casa y Esteban me despertaba de lunes a viernes a las 4:30 a.m. para motivarme a hacer ejercicio – él man juraba que yo era la más fitness, pero lo que no sabía es que mi única razón para verme mejor era él – y si un man que te gusta, se despierta a las 4:30 a.m. solo para despertarte, acaso no pensarías que también está tragado? Pues ahí estaba yo, justificando mi obsesión con cualquier detalle que él tuviera. Ibámos a un motel por lo menos una vez a la semana o hasta 3. Salíamos a tomar todos los viernes, sin excusa. En las reuniones de la agencia, nos pasabamos papelitos diciendo “Te quiero” o “me encantas” y yo me sentía en el cielo, en cambio el man no, el man la tenía clarísima, su novia era su novia y yo era la de pasar bueno, la que se le media a todo siempre y cuando fuera con él.

Me rompía el corazón todos los inicios de semana; recuerdo que para mi los lunes eran fatales porque yo no tenía ni idea cómo había sido su fin de semana con su novia y literal la mayoría de esos lunes, me tiraba para la mierda; y ni hablar de los festivos, yo no tenía vida – increíble como te puedes hacer tanto daño -. Mis lunes terminaban en dos cosas: a) o me llenaba de motivos y Arturo me ayudaba para convencerme de que me tenía que alejar o; b) terminaba como loca invitándolo a tomar algo para convencerlo de que debía estar conmigo. Recuerdo uno de los muchos días que me dijo que no era correcto lo que estabámos haciendo que tuve que salir corriendo de la agencia porque no podía parar de llorar y tuve que ir a casa a encerrarme en mi cuarto a llorar todo el día – literal -. era tan patética, que Ana preguntaba por mí y Helenita le decía que yo no estaba en casa para que no me viera en ese estado. Ese día, él ni siquiera notó que yo no estaba trabajando y me escribió al finalizar la tarde un “por qué tan perdida” obviamente, cuando ví ese mensaje me volvió el alma al cuerpo y pensé “ya no más, que se muera ese idiota” … pensamiento que me duró 5 minutos porque al rato, ya estaba chorreando nuevamente la baba.

Les juro que yo me obsesioné mal – lo sé – pero el man también con sus actos no ayudaba, porque a pesar de su “remordimiento” de engañar a su novia, él no dejaba que yo me alejara porque cuando tenía el minuto de coraje y me perdia, él iba hasta mi oficina o con un mensaje o con una invitación me buscaba; mucho después fue que entendí que ningún hombre está dispuesto a dejar ir a la “idiota” que da todo por él.

En mis crisis emocionales por él y por Alan, me endeudé terriblemente con mis tarjetas de crédito, entre invitaciones e idas a comprar ropa para “sentirme” bonita – lo triste era que cualquier pantalón que compraba pensaba era en que le gustara a él, no a mí – y mi obsesión cobró sentido cuando nuestro amigo en común me contó que Esteban y su novia estaban en plena crisis y que habían decidido darsen un tiempo; podría jurarles que fue el día más feliz de esa época para mí.

Me llené de fuerzas y de motivos, eso sumado con que él se mostraba más interesado en mí, que me invitó en varias ocasiones a salir con sus amigos, a la casa de su mejor amigo, es decir, yo había tocado el cielo con las dos manos; ya los fines de semana también eran para nosotros, hacíamos planes, nos escribíamos todo el tiempo, yo sentía en ese momento que lo mejor que me había pasado era mi divorcio porque finalmente estaba con un chico que me hacía sentir en plenitud. Nos deseábamos locamente, reíamos, pasabamos super bueno… Hasta que un mes y medio después, estabámos en un motel y su novia – en ese momento ex – lo llamó y él salió de la habitación a contestar su llamada, ahí se me cayó el castillo que estaba armando, regresó y me dijo que tenía que irse que esta chica estaba en su casa esperándolo y que iban a hablar.

Camino a dejarme en mi casa, no cruzamos palabra y yo solo gritaba por dentro que por favor me dijera que podía estar tranquila, que entre ellos ya no iba a pasar nada, pero eso nunca pasó, él no me dijo nada y esta es la hora que jamás supe que habían hablado porque Esteban siguió actuando conmigo tal cual.

Dos semanas después me dijo que iban a intentarlo de nuevo y que era mejor que siguiéramos siendo amigos porque él me quería demasiado -amigos? ósea, con es traga mía no me hables de amistad – y por una semana, me llené de fuerza y de motivos para arreglarme más que nunca, para usar la ropa que a él más le encantaba y sobre todo me llené de muchísimo valor para hablarle como un amigo más y funcionó, porque finalizanado la semana me escribió y jamás supo que yo llegaba a mi casa a ponerme mi pijama y llorar todas las noches.

Finalizando esa semana, teníamos reunión trimestral y duré tres horas la noche anterior combinando mi mejor muda de ropa pensando en él, al otro día en la reunión, ante los piropos de un par de compañeros, yo me llené de motivos para sonreír y sentirme – solo por un par de horas – la más segura de todas y volvió a funcionar, porque cuando terminó la reunión me buscó y me dijo que fuéramos con otros compañeros a comer algo y luego a bailar, pero como mi inseguridad y ansiedad hablaban y actuaban por mí, no lo dudé ni un segundo y salí corriendo con él.

Fue ahí, en ese preciso momento, donde Esteban fue el hombre que yo siempre estaba pidiendo que fuera, fue ahí, donde empezó el final de una de las experiencias más dolorosas de toda mi vida y sobre todo denigrantes como mujer.

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