Toda nuestra energía y mente se concentraba en Ana, ella era nuestra alegría; nos uníamos más, todo giraba en torno a ella y yo me sentía muy completa. Elena (mi abuela y mamá por siempre) estaba a nuestro lado apoyándonos en todo, Alan dedicado a nosotras y yo la ama de casa, mamá y esposa más entregada y feliz… pero hay cosas que cuando estás enamorad@ crees que no afectarán, pero sí, tarde o temprano van cobrando factura. 

El dinero que Alan ganaba no era suficiente y yo no tenía un empleo formal porque obviamente acababa de tener a Ana; sin embargo, ayudaba a Verónica desde mi casa en su agencia con cositas online. Yo me considero una persona muy trabajadora, muy feminista y me sabe a mierda el plan de que eres buena mujer si estás en casa abnegada porque aparte de ser esposa y mamá, también somos mujeres, también tenemos sueños personales, profesionales, así sea aprender a coser o cocinar y ser especialista en eso… pero en ese momento, aún mi barriga colgaba, o sea, acababa de tener una cesárea, así que él, como “hombre de la casa”, debía hacerse cargo. Pero él toda su vida ha tenido un trabajo con un calendario similar al escolar en Colombia, y por casi dos meses no recibe sueldo y fue ahí cuando debió pellizcar si trasero y solucionar… ahora que lo pienso, no lo juzgo, pero definitivamente el man es súper conformista. 

Los gastos de Ana no daban espera, empezamos a usar las tarjetas de crédito como locos y el man a la final, no resolvía nada! Eso trajo mucho estrés a casa y empecé a verlo con otros ojos. Fue donde comprendí que a la hora de vivir en pareja y construir familia se necesita mucho más que amor. 

Yo andaba muy aburrida y más que todo, angustiada, pero marica, uno comete un error que me he convencido que es inevitable y a la vez inconsciente… tragada, tapas el sol con un dedo. Y lo hice, pues pensé que lo importante era estar juntos y que, después de mi dieta, yo trabajaría de nuevo y todo volvería a la normalidad, pero no se trata de eso, ni tampoco estoy diciendo que debamos usar o buscar un man que no nos haga felices y que pague todo, pero a veces nuestro emprendimiento, berraquera y profesionalismo le quita en cierta manera la responsabilidad que el compañero de tu vida debe adquirir.

En fin, lo que me mantenía ocupada era la tusa tan $%&# que tenía Verónica por uno de sus amores; conoció a un chico con novia que le encantó, cantante, y ella iba a verlo constantemente al bar donde cantaba… ahí se encarretaron full, pero este man tenía una relación de casi catorce años de noviazgo con una nena que no tengo mucho que decir de ella porque jamás la conocí, y no creo mucho en la versión de este tipo, porque cuando ellos o nosotras estamos aburrid@s en una relación o inconformes y queremos levantarnos a alguien nuevo, el malo es el otro, así que me abstengo de mencionarla a ella. Pero Verónica estaba en las nubes, y hablábamos por teléfono por horas de lo mismo y es allí chicas cuando nuestra herramienta más importante en una relación debe ser ¡LA SEGURIDAD! Y Verónica, en su intento 8.527 de encontrar a su chico perfecto, tenía mucho miedo de quitarse del camino, pero tampoco estaba dispuesta a ser la amante; ella es o negro o blanco, pero gris jamás, en todos los aspectos de su vida y que bacano eso, porque yo fui gris en varias etapas de mi vida, ¡que oso! 

Un día viendo al man cantar, estaba dispuesta a tirarse a la cama por la tusa, así que decidió irse y el tipo no lo permitió; la detuvo y le dijo que le diera una semana para dejar todo en orden. Casi morimos juntas porque ¿cuántas mujeres, por miedo a “perder” a un man, nos sometemos en muchas maricadas que nosotras sabemos que no son negociables y aún así las dejamos en el limbo? Y, efectivamente, eso fue una enseñanza más porque ese man y Vero terminaron en la relación más melcochuda y sexualmente satisfactoria, jamás vivida para ella; el man era el mega romántico: canciones, noticas de amor mañana, tarde y noche, cenas, sexo con locura y mensajes de textos llenos de pasión y amor que se convirtieron, siete meses después, en vivir juntos. Pero como los cuentos de hadas son eso, cuentos de hadas, y no eres consiente de eso hasta que no pasan los meses y te das cuenta que se necesita mucho más que amor e ilusión para vivir en pareja, pues el desencanto llegó, y ahí estaba Verónica un año y medio después, pidiéndole a su príncipe azul —que ya era un sapo—, que se fuera del apartamento. Ella estaba decidida, y no vivió tusa alguna pero sí el dolor ante la costumbre, ante la soledad, y es que muchas nos tiramos a la depresión confundiendo amor por costumbre o más bien ese miedo que nos invade de pensar que no merecemos nada mejor, que no llegará nadie más, o lo más ridículo, “nadie como él/ella”. 

Mientras tanto, mi cama no tenía historias sexuales para contar, pero mi computador sí, porque y iban dos veces en que descubría a Alan viendo porno, y no precisamente para aprender y practicarlo conmigo, como me lo hacia creer. Y es que yo siempre he sido enemiga de la puta rutina en una relación; entiendo que debe ser eso, una rutina, pero solo cuando haces, por lo menos, el intento de romperla… por lo menos dos veces al mes, eso se convierte en semillitas para la relación. Pero, según Alan, eran mis hormonas las que hablaban por mí, y como dijo Vero, “¿Por qué putas te tienes que conformarte con una relación si sientes que puedes dar y que quieres recibir más?”… ¡como te amo Vero! 

— Mia.

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