Mi relación con Alan era soñada. Incluso, a la distancia, siempre permanecía viva la esperanza y los sueños. El día anterior, yo estaba como loca e ilusionada, esperando a ver a Alan de nuevo de su primer semestre en otra ciudad. Aún se me sale el corazón de acordarme. Me levanté muy temprano para arreglar la casa, mi mamá me puso mascarillas hasta en el dedo gordo del pie para verme regia. Mi mejor amigo de esa época estaba conmigo porque la espera se me hacía eterna y salimos a la tienda porque el man no aparecía. Me lo encontré en el parqueadero y mi reacción fue salir corriendo y esperarlo en la casa, como debía ser… jajaja ¡qué idiota yo! Pues él pensó que yo no quería verlo y se fue con los amigos… duré toda la noche esperándolo. Al otro día, no pude ni comer (como siempre nosotras peleando con la comida y jodiéndonos, porque ellos jamás pelean ni con la comida ni se tiran a cama por amor) en fin… el caso es que apareció y vivimos toda una luna de miel ese mes, ¿la partida de nuevo? Una mierda, pero con miles de promesas.

De ahí en adelante, nuestra relación a distancia era muy fluctuante y hoy en día, confirmo que las segundas oportunidades no son iguales y cortemos el mayor riesgo de que empeoren; alguna vez leí en un libro una frase que decía “Estás llorando por quién crees que es tu media naranja, pero la otra media está suelta en el mundo esperando por ti” y con Alan, yo estaba convencida de que él era mi naranja completa. 

Fuimos novios por cuatro años, de los cuales tres, él iba y venía; aparecíamos y desaparecíamos… luego él regresó a la ciudad para quedarse y a poner en marcha todos nuestros planes, pero algo falló. Con el corazón abierto les digo que la rutina es inevitable y, a la final, uno puede vivir con eso rompiéndola de vez en cuando pero el aburrimiento es una cuestión mucho más complicada.

Decidimos terminar porque llegamos a un punto que éramos más amigos que novios y más hermanos que amantes, así que tomamos caminos diferentes y yo me sentía muy tranquila si les soy honesta. Conseguí mi primer trabajo relacionado con mi carrera y en la universidad conocí a un chico que me enloqueció; de esos manes que te ponen a vibrar y te hacen mojar con un beso “esquiniao”; fue una relación de tres años, tres meses y tres días, ¡con anillo de compromiso y que tales!, pero esa relación les contaré más adelante… yo juraba que con ese me quedaría, ¡qué idiota! 

En fin, mientras yo estaba en esa relación, Alan también tuvo la suya, una chica que estudiaba con él, la niña de casa. Me acuerdo que la bruja de mi ex-suegra se refirió a ella como “la mujer que toda madre quiere para sus hijos”, jajaja… vieja urraca; claramente ella y yo nunca nos quisimos y hoy en día, 19 años después, ella cree que yo pienso que nuestra relación fue la más sincera y que ella siempre se mantuvo al margen de mi relación… bruja. 

Ok, me dejé llevar; retomando, Alan estuvo en una relación con la Santa de las mujeres por cuatro años; viajaron, estudiaron y construyeron negocio juntos. Yo, por mi lado, estuve en la relación que les estaba contando y también viajé, también construí, pero acabó (como les dije, hablaré de esa tóxica relación más adelante)… terminamos por decisión mía y me dediqué a mi grupo de amigos, rumbiando, comiendo bueno y viajando… ahh, cómo la pasé de bueno, llevaba casi ocho años sin estar soltera tan siquiera por un mes, ¡y fueron los mejores tres meses de mi vida! Pero un día, hablando con mi prima, cómplice y mejor amiga, nos acordamos de Alan y decidí saludarlo por Facebook, y pensé “es solo un saludo, debe estar súper enamorado”, pues el mensaje tuvo respuesta un par de horas después y ahí arrancó mi 764.699 intento con él. Nos vimos en el centro de la ciudad a las 7 p.m. y nos despedimos a las 6 a.m. y no porque hubiéramos tenido sexo, ¡no! ¡Calma! Hablando, recordando y contándonos cómo había sido la vida sin el uno al otro… no les puedo definir lo que sentí, me sentía completa, sentía que esa parte muerta de mi había regresado y ahí comprendí que una foto en redes sociales no siempre es lo que parece; que la relación aparentemente más sólida del mundo puede ser solo apariencia; y así supe que Alan estaba sin la Santa, pues hacía un par de semanas habían terminado, a lo que a mí se me dio la gana creer que era el “destino” que nos estaba uniendo, y así, con ese estúpido pensamiento, acepté su propuesta de matrimonio tres meses después. 

Aún recuerdo cuando mi hermosa e inteligente prima me dijo “Marica, no tome esa decisión tan importante basándose en la historia y en lo que siente; usted no sabe cuánto ha cambiado él y si ha sido para bien” a lo que yo, cieguita por la idiotez, contesté “Ya es una historia de casi nueve años, ¿qué puede fallar? ¿Ya qué más puedo esperar?” ¡¡¡Ay, Dios!!! 

Nos casamos por lo civil, a escondidas de su familia, que jamás estuvo de acuerdo con nosotros, aunque aparentaban que sí, yo tampoco le dije a mis papás, solo fue mi abuela que ha sido mi compañera de vida, mi prima, mi hermano menor y un par de amigos cercanos, ¡fin! 

Estábamos felices, felices y enamorados… al año y medio de matrimonio quedé embarazada y fue demasiado hermoso, aunque no lo esperábamos tan pronto pero yo vivía en una burbuja de cristal así que ¿qué podía salir mal? 

Deseábamos que fuera una niña y así fue, llegó una hermosa y perfecta bebesita a la casa.

— Mia.

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