Así pasaban los días entre mi pelea con la ducha y mi tóxica relación con mi cama, les juro que mi momento ideal era cuando podía estar acostada, preferiblemente sin bañarme. Me costaba todo, era un tormento verlo “en línea” o encontrármelo casualmente por la calle por aquello de estar viviendo tan cerca; vivir se me hacía un martirio. A eso sumándole que en ese año, – bendito 2015 -, el ambiente laboral en la agencia cada vez era más insoportable. Mi economía se venía a pique y ni hablar de mi optimismo, miraba a mi alrededor y cada vez me odiaba y me reprochaba el hecho de haberle pedido que se fuera de la casa; me sentía responsable, culpable; no solo me odiaba sino que además, odiaba a Esteban y de paso lo culpaba también de que mi vida fuera “un desastre”.

Cada vez que nos teníamos que ver para recibir o entregarle a Ana, la distancia era más grande y hoy, después de los años pienso si el amor simplemente desaparece, o si se convierte, en qué se convierte? en odio? rabia? orgullo?. Siendo honesta no tengo la respuesta, pero después de un divorcio todo luce tan oscuro, que pareciera como si realmente nunca hubiese habido amor. Recuerdo el primer día de Madre que viví; Alan se había ido de la casa el fin de semana anterior y aunque luchaba contra mis expectativas, en el fondo estaba segura que ese día sería una buena excusa para un “hey, feliz día, gracias por Ana” – como mínimo – pero ese mensaje o llamada nunca llegó, es más, este es el día que para él es nada. Para el día del Padre, le ayudé a Ana a que se comunicara con él y luego pasara ese día a su lado, pero yo ni siquiera fui capaz de sacar a la niña a la puerta del apartamento, le pedí el favor a Helenita, por qué? porque me sentía muy dolida y llena de motivos ya que para él, yo era como un vientre alquilado, así que si yo era eso para él, pues él para mí solo era el resultado de una fecundación in vitro, idiota.

Luego llegó su cumpleaños y con el, una crisis existencial para mi porque solo pensaba ese día entero en qué estaba haciendo? con quién? me preguntaba mucho si no me extrañaba ni un poco y si no pensaba en sus últimos cumpleaños a mi lado… le envié un mensaje básico con un “Hola Alan, feliz cumpleaños, Dios te bendiga” y nuevamente mi reflexión sin resultado alguno – cómo pasas de querer hacer de ese importante día, el más feliz e innolvidable para la persona que amas, planear miles de cosas y hacerlo especial las 24 horas completas, a un simple mensaje que le envias a un cualquiera -, ya tengo varias teorías al respecto.

Luego llegó el mío y mis hermosos amigos más cercanos y reales, desde que me desperté, trataron de hacerlo demasiado especial, ellos sabían que mi tristeza era más grande que cualquier cosa, pero fue maravilloso, aunque todo el día estuve esperando su llamada y si bien no me llamó, si recibí un seco e indiferente “feliz cumpleaños mi niña, bendiciones” jajaja aún lo recuerdo y no sé si reírme, emputarme o sentarme a llorar. Subí fotos a Instagram (no por él) agradeciendo a Vero, Arturo, Joha y a todos los que habían hecho de ese día algo maravilloso, por lo cual, Esteban apareció con un “yo si sabía que tu cumple era en estos días pero no estaba seguro cuál era el día, feliz cumpleaños nena, que la pases muy rico y que disfrutes mucho” sin palabras al respecto.

Y así, entre mi soledad y mi odio hacia mi, Esteban, Alan, la vida, mis compañeros de trabajo y demás, se me iban pasando los días. Sabía que mis días en la agencia estaban contados, y a la final, no culpo a las directivas por haberme sacado de allí al terminar el año, mi vida personal ya no era un secreto para nadie, andaba en boca de todo el mundo y mi frustración, rabia y dolor salían a flote con los más “débiles” que eran los prácticantes y lo pongo entre comillas porque esos mismos que estaban ahí, tras mi trasero, esperando pasar sus prácticas victoriosamente y que trataban de ser los más amables del planeta, fueron – en su gran mayoría – quienes estaban a la espera de mi más mínimo tropiezo para verme caer y disfrutarlo.

Terminé ese año sumergida en el trabajo, haciendo más de lo que me correspondía, más de lo que las directivas me pedían y Arturo estaba allí para no dejarme sola, él sabía que el único calmante que hacía el dolor más llevadero, era el trabajo; finales del año la noticia de la muerte de mi papá me remató, aunque no sientan pena por mí chicas, él jamás estuvo para mí; como les conté en varios capítulos, fui criada por Helenita – mi abuela materna – yo soy el resultado de un divorcio de mierda, donde las partes nunca se pudieron poner de acuerdo con básicamente nada y las consecuencias – que afortunadamente para mi, fueron buenas – las pagué yo; pero reconozco que su muerte fue impactante, me causó dolor y me descompuso más de lo que yo me imaginé – pero eso es otro cuento – sin embargo, lo traigo a colación, porque al primero que llamé fue a Alan, él era mi fiel testigo de mi ausente relación con él y el dolor que me había causado su ausencia especialmente entre mis 20 y 27 años; su respuesta fue fría y su apoyo carente, un “lo siento” fue lo máximo que recibí de él.

Afortunamente, había sacado fuerzas y dinero de donde no los tenía para tramitar las visas de Helenita, Ana y la mia para viajar y estar por un mes en la casa de mi mamá, quien vive con su esposo, ver a mi hermano después de más de seis años pero la principal razón era, buscar la manera de respirar de nuevo.

Y así fue, me descontecté de Alan y de la ventana de mi habitación viendo la suya, esperando un mensaje o una llamada, yo lo mantenía al tanto de Ana, le enviaba fotos todos los días y él la llamaba por lo menos tres veces a la semana; no sé si era la distancia, pero en esos días sentía que podía llevar una relación limitada única y exclusivamente a la vida de Ana que era lo importante. Fue un mes donde volví a jugar con Ana, donde disfruté de la cocina junto a Helenita, salir, conocer gente, lugares, costumbres nuevas para mi, esos detalles por más mínimos, me hacían sentir algo viva de nuevo, era como si la vida estuviera pegando esos pedazos que estaba rotos dentro de mi.

Pero al mes y 4 días, ya estaba yo de regreso a mi realidad, con un círculo de amigos mucho más cerrado que el que había dejado, con un emprendimiento a medias, con un trabajo virtual con Vero y con la esperanza de que tal vez ese año si pudiera encontrar al man de mi sueños, así no fuera Alan. Pero la motivación es efímera, llega y se va, vuelve y llega y vuelve y se va, y no entendía que si había podido disfrutar ese mes de las mínimas cosas, lo podía hacer de nuevo, lo único que necesitaba no era poner de mi parte sino decidir cada mañana la tranquilidad, entender que podía amarme, decidir sanar, decidir perdonarme, pero no era nada consiente de todo esto y cada mañana decidía inconscientemente sufrir y solo seguía esperando la tan esperada conversación de adultos entre dos personas que alguna vez se amaron.

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