En el 2007 perdí a mi bis-abuela quien había sido para mí, papá-mamá-abuela-consentidora; la más tierna, la más hermosa y el día que ella partió, perdí un bebé que estábamos esperando con Andrés (no recuerdo si en el capítulo que hablé de él lo mencioné) y fue un año bastante fuerte para mí; pero el 2015 fue el año Master del aprendizaje.

No imaginan cuántas veces lo recuerdo con una sonrisa nostálgica, pero sobre todo con gratitud. Ese año me separé de Alán y mi mundo se vino abajo, tuve amigos que estuvieron ahí limpiándome las lágrimas, que me acompañaban a embriagarme, que iban a levantarme de la cama, Vero siempre estuvo ahí, pero vivíamos muy lejos, entonces no podíamos vernos tan seguido, así que me refugié en un grupo de prácticantes de la agencia (casi 13 años menores que yo) pero los más incondicionales; me apoyaban para sacar todos los proyectos que tenía a mi cargo, iban al apartamento a jugar con Ana, lloraban conmigo y me ayudaban a recuperar mi sonrisa.

Con el pasar de los días, me iba sintiendo más estable, sentía que podia y que no estaría sola, en especial una chica que no solo cuidó de mí, sino que me abrió las puertas de su casa y de su familia, aún hablamos mucho y su mamá es una gran amiga para mí.

En fin, tenía una vida ocupada lo que no me permitía sentirme deprimida o triste; y sí a eso le sumamos que los tenía a ellos, que teníamos planes cada fin de semana y que de lunes a viernes estábamos llenos de trabajo, pues no tenía tiempo para enfrentarme cara a cara con la tan temida soledad.

Pero había una realidad, los prácticantes terminarian ese año con sus contractos, ellos también tenían una vida, planes, proyectos y sobre todo la edad perfecta para vivir millones de cosas, así que cada uno empezó a concentrarse en su vida – como debe ser – y a finales de ese mismo año, el gerente de la agencia me llamó para decirme que habían decidido cancelar mi contrato, después de un año majestuoso a nivel laboral, proyectos super novedosos y sobre todo éxitosos, pero al parecer nada de eso fue importante para la junta, quienes estaban concentrados más en mi vida personal – la cual dejó de ser personal el día que a mi amado esposo le dió por conseguir una amante menor de edad en nuestro mismo lugar de trabajo – así que ahí estaba yo, sin trabajo, separada, solo con Helenita y Ana, mi familia viviendo en otro país y mi “combo de amigos” con una vida propia… y así, sin más ni más, tocaron a mi puerta y cuando abrí, estaba mi amiga SOLEDAD.

Luego empezó a presionarme con la parte legal del divorcio y cuando recibí ese mensaje por WhatsApp casi me tiro por la ventana – literal – aún recuerdo que le escribí que si estaba completamente seguro de que se quería separar y tengo la respuesta tan grabada en mi mente “Que si mujer, ya dije que si y te agradezco que no vuelvas a preguntarme más”.

Sé que muchas de ustedes que me leen, saben de las miles de sensaciones dolorosas a las que un ser humano se enfrenta antes de llegar a una soledad placentera y voluntaria. Yo no la conocí por voluntad propia, la vida me mandó miles de situaciones dolorosas que me llevaron a enfrentarla y sé por experiencia que no es un proceso fácil, pero a la final es porque no nos gusta estar con nosotros mismas y por eso, – si lo han notado – hablo tanto del amor propio en la mayoría de mis post, por ese miedo a estar solas, ese miedo a enfrentarnos a nosotras mismas, a nuestro monstruo, a no hablarnos a nosotras mismas y darnos nuestro valor. Conozco muchas personas que tienen pareja y se sienten solas, entonces, qué sentido tiene una relación así? Puro miedo a la soledad.

Duro? Claro que es duro, sobre todo cuando no estás acostumbrada. No imaginas los días enteros en cama, sin bañarme, sin comer o comiendo mucho, sin autoestima, sin valorar a tus seres queridos, a esos incondicionales que con su amor solo quieren apoyarte, para mi no había nada que valiera, NADA!.

Fue un proceso tan duro que al día de hoy les puedo asegurar que los hombres huelen la inseguridad y la necesidad de una mujer, entonces a donde yo iba, era como si yo fuera un espanto, ni siquiera me miraban; recuerdo un día que Vero me dijo que me fuera para su apartamento a trabajar juntas en un proyecto por un par de días y que de paso me iba a presentar un amigo para que saliéramos, porque le había mostrado unas fotos mías y el tipo tenía mucho interés en mi. Pues esa es otra prueba de que la falta de amor propio y todas tus inseguridades, se te pueden leer en la cara a kilométros de distancia, porque cuando íbamos a comprar algo para tomar, yo estaba ocupada y el tipo fue con la roommate de Vero y ellos resultaron tirando esa noche y el man ni me volteo a mirar. Demás que no me perdí de mucho, pero mi punto es que ese miedo a estar sola me estaba llevando a encontrar pareja a como diera lugar, a buscar con miedo y eso jamás resulta bien.

Y por más que recorriera restaurantes, fiestas, amigos y lo que fuera, mi soledad me tenía abrazada y no pensaba soltarme, así que decidí darle una oportunidad e iniciar una buena amistad. El ser consciente de que mi soledad se puede convertir en un buen aliado para que las cosas fluyan y para reinventarme, usar ese tiempo entre ella y yo para conocerme, en sentirme cómoda cuando estoy sola, disfrutar de una película en familia y hacerlo de la misma manera solo conmigo, tomarme un tinto yo con yo en un café, irme a comprar ese hermoso vestido para mi porque me encantó, conocerme, conocer mis gustos, mis disgustos, mis dolores y mis heridas para sanarlas yo solita… esas cosas hacen la diferencia, todo esto hace que la soledad ya no se vuelva tan temida sino muchas veces añorada, te ayuda a ser más selectiva, a elegir desde el amor propio para que te amen como quieres y sobre todo a entender que no cualquiera puede ser compañía.

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