A partir de mis 16 años algo empezó a cambiar, ya no se veía la vida tan color de rosa como antes, mi mal genio era una constante y ni hablar de cuántas veces al mes no podía controlar el llanto. Cuando conocí a Alán, – a los 15 recién cumplidos – mi autoestima estaba por el piso porque era tan flaca que ni los zapatos me hormaban y mi combo de amigas de la época eran lo contrario, todo se les veía sencillamente espectacular, lo cual aumentaba potencialmente mi inseguridad.  Y aunque me avergüence, debo reconocer que Alán fue un impulso grande para mi, porque mi inicio en la relación con él, sumado a que mi grupo de amigas y yo teníamos cada fin de semana invitaciones a fiestas en casa – las mejores – me ayudaron a confiar un poco más en mí.

Luego los chicos, empezaron a invitarme a salir y como Alán estaba en otra ciudad estudiando, – ya hablé de eso antes – entonces yo no me limitaba al aceptar una invitación a comer, o una fiesta o a cine (y gracias a Dios que no lo hice, porque me imaginan después de casi 18 años de historia con el cretino ese.. muerooo). En fin, volviendo al cambio al que me refiero, con el pasar de los años, las diferentes situaciones, el mal manejo de las emociones, mi inseguridad, mis caprichos y decepciones amorosas empezaron a hacer de las suyas.

Cuando terminé con Andrés, me sentía como un pajarito al que le abrieron la jaula, y antes de reencontrarme con Alán y casarnos, disfruté cada día en compañía de una prima – que éramos una, ya llegará el momento para hablar de ella – sin embargo, algo, no sé qué, por lo menos una vez al mes, me hacía perder el control de mí misma, sentía la necesidad de gritar, de pelear por todo y por nada, de insultar y ser muy hiriente con las personas más cercanas, – esas personas que tu subconsiente sabe que hagas lo que hagas no te dejarán -, la desmotivación y el negativismo tampoco podían faltar… no sé, ha sido duro escribir este capítulo, porque es tan difícil describir lo que se siente y recordar el dolor que le he hecho sentir a Helenita, Ana, y algunos más me llena de dolor y vergüenza. Pero después de gritar y llorar, el dolor pasaba poco a poco y empezaba a enfocarme de nuevo. Pero las palabras mal usadas hieren, más de lo que una cree y ese dolor no pasa tan rápido, y yo era tan egoista que pensaba que si yo ya me sentía mejor, los demás también y no era así, pero no lo podia ver. Luego, en mi vida de matrimonio, también pasaba y aunque no eran tan constantes, habían días en que no me quería levantar de la cama, solo quería dormir para no sentir, todo me lo tomaba personal y me enfocaba en lo malo que había en mi relación, o el desorden en la casa. Siempre pensaba que pasaría y que podría estar mejor pero volvía y se repetía ese patron al mes o dos meses siguientes y así sucesivamente.

Llegó el divorcio, y ese comportamiento en mí iba en aumento; eso, y un par de episodios muy fuertes por los que pasé después de Alán estaban acabando conmigo. En uno de esos episodios, decidí empezar con Mia, y hoy, escribiendo este capítulo, te puedo garantizar que si no sanas lo que te dolió, sino te perdonas, sino te reinventas, ese “puto monstruo” como lo llamo yo, se volverá tan grande que no lo podrás controlar.

Hablando un día con Vero – no hace mucho, tal vez un año – descubrimos que ella también presentaba ese patron, no de la misma manera, pero se sentía igual, por lo menos una vez cada dos meses, su sarcasmo aumentaba, ofendía al responder, no se quería levantar… era lo mismo; entonces dijimos, no es el período, porque aunque influyen mucho las hormonas alborotadas – obviamente – en algunas ocasiones estabamos lejos de la fecha, así que no aplicaba, pero por más que le dabamos y aún le damos vueltas al asunto, la cosa es más compleja de lo que muchas podemos creer.  Y es que es una realidad, la manera como manejes tus emociones, tus relaciones y tu proyecto de vida, hará que sigas sintiendo alegría, admiración, motivación y sobre todo pasión por las cosas. Pero yo no entendía eso, no me lo enseñaron en el colegio y Helenita hizo lo que pudo conmigo con las herramientas que tenía, por eso ahora, que soy más consiente, cada vez que mi monstruo quiere venir a joderme la vida, trato de mandarlo a dormir porque no quiero que Ana lo conozca y de paso encuentre el suyo, por lo menos no ahora que aún está pequeña.

Y es que sí, debo reconocer que me dejé dominar por “los caprichos” y las emociones mal manejadas; entonces, si me gustaba un chico – aunque la relación fuera una mierda – lo quería para mí; si mi novio no actuaba como yo quería, pelea fija; terminé con uno, entonces me enrollo con otro para no darle espacio a la tusa; que alguien me hirió – amiga, amigo, familia, trabajo – o actuaron con algo que me lastimó me lo trago para que me envenene, o para qué lo digo si de pronto me deja; que me separé, entonces no llore mija porque no vale la pena… y así la vida.

Pero cuando te das cuenta, creaste un puto monstruo dentro de ti, por no permitirte sentir lo que tenías que sentir, por no decir lo que tenías que decir y asumir las consecuencias; y después de tanto y tanto dolor, envenenaste tu alma porque no dejaste salir lo que tenía que salir, porque no trabajaste en ti, porque no dedicaste al menos 30 minutos diarios para ti, para consentirte, sentirte, conocerte y hagas lo que hagas no vuelves a sentir como antes, muy pocas cosas te apasionan – por no decir que ninguna- y hasta lo más mínimo te quita la paz. No tengo un nombre para eso, no sé si es depresión, no sé si es ansiedad, si son las dos, no lo sé; por eso lo llamo “monstruo” y decidí contarles acerca de él, porque somos muchas las que tenemos ese patron y por pena nos acostumbramos a vivir así sin ni siquiera intentarlo controlar.

Después de todo el dolor por el que he tenido que pasar, y sobre todo, por lo que ha sido mi vida desde el 2015 hasta hoy, encontrar emociones positivas en mi es más difícil y hacer las cosas para que la motivación llegue me cuesta más, pero lo intento y por lo menos soy más consciente; no me he curado pero he aprendido a vivir con mi “malparidito monstruo” para que no sea él quién manda en mí, porque cuando re aparece, se queda por varios días – por lo menos 3 – y hace mucho daño porque se desquita con los que no debe, porque no le encuentra sentido a nada y porque solo se enfoca en lo malo; pero por lo menos ya nos presentamos y trato de mantenerlo bajo control.

Si eres mamá, como yo, házte amiga de tu monstruo para que le enseñes a tus hijos a controlar sus emociones, a ser inteligentes y sobre todo a no negar lo que sienten para que no tengan que enfrentarse a esa mierda. Debería existir una asignatura en el colegio donde te enseñen a manejar tus emociones, yo he tenido que aprender a las patadas y entender que no puedo esperar a que sienta motivación porque ella no llega sola, a respirar y dedicarme tiempito a diario, a conocerme, a respirar y decir con respeto lo que pienso y lo que no me gusta pero sobre todo, he aprendido a poner limites porque la falta de ellos, se vuelve un concentrado multialimenticio para mi puto monstruo.

Pdta: Por eso la semana pasada no hubo capítulo, porque mi malparidito monstruo estaba aquí y me estaba intentando convencer de que no escribiera más.

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