Pasaban los días en la agencia, con altas y bajas después de la supuesta renuncia voluntaria de Alan, días en los que me levantaba muy temprano con ganas de vivir mi soltería, con ganas de maquillarme, vestirme sexy y sentirme como nueva, como también habían días en que me bañaba por obligación y mi cabello no sabía que era un cepillo, pero si me tiraba a cama, el dinero llegaría del cielo? Así que sacaba mis fuerzas del último cajón y seguía con lo que se llamaba vida – por lo menos, laboral- 

Omar y yo nos volvimos muy cercanos, tomábamos los breaks juntos, hablábamos por chat casi todo el día, él desde su oficina y yo en la mia, tomábamos tinto y nos atrasábamos en el trabajo por estar hablando de nuestra vida, divorcios en común, su nueva relación y su hijo de meses de nacido, problemas, gustos, vida pasada, bla bla bla. 

Técnicamente, él era mi jefe inmediato, un man alto, inteligente, oliendo delicioso, barba poblada y sobre todo pareja, y aunque ya no hallaba cómo disimular que la calvicie venía al ataque, siempre se esmeraba por no perder su masculinidad, lucir impecable y bien vestido. Separado por voluntad propia, le destruyó el corazón a la que por 7 años fue su esposa y la dejó por otra compañera de trabajo de la misma agencia, que trabajó allí antes de que por mi mente pasara la posibilidad de trabajar allá; su esposa, una mujer hermosa, sumisa y sobre todo permisiva -grave error-.

La que fue su amante por tres meses y actualmente es su “mujer” y madre de su hijo -una mujer rumbera, con carácter, sexualmente increíble pero dominante, lo enloqueció – y le puso un ultimátum por el cual decidió dejarlo todo para irse con ella. Tengo que reconocer que cuando supimos de su divorcio yo aún estaba “felizmente casada” y odié a su esposa porque pensé que Omar era un santo y que la bruja era ella, al fin de cuentas, no la conocía muy bien, en cambio a Omar sí; Omar era nuestro amigo, de los más cercanos. 

En fin, no lo juzgué porque en una relación solo los directamente involucrados, son los que realmente conocen qué es lo que de verdad pasa, así que, la amante me caía bien, igual que su ex, yo no tenía por que tomar partido. Hasta que una noche yo dormía profundamente y al otro día para ir a trabajar, desperté y había tenido el mejor sueño húmedo de mi vida, con quién? Con OMAR! Fue en su oficina, yo entraba y había gente en la oficina del lado, y por alguna razón él, me empujaba y me recostaba contra su archivador y empezaba a besarme, rompía el botón de mi camisa y me tocaba con tanta agresividad y pasión a la vez, que toda la semana estuve pensando en eso, quería contárselo pero me podía la vergüenza, porque ya saben, vivimos en una sociedad, donde cualquier cosa que hagas o dejes de hacer, te hace ver como una “PERRA”. 

Finalmente, decidí contárselo, le describí cada segundo del sueño, -claro, porque él me lo pidió, quería todos los detalles- y fue como si nos hubieran cambiado el chip, ya nuestras miradas eran distintas, podíamos estar en el break, hablando de trabajo, de mi tusa, o de sus problemas con la mamá del niño, pero siempre terminábamos en el mismo tema de conversación, mi hijo de madre sueño erótico con él. La buena amistad y cercanía se convirtió en una atracción y unas ganas que honestamente ni yo podía explicar, empezaron los abrazos con roces, los besos de saludo “esquineados”, hasta que él tomó la iniciativa de besarme en mi oficina, obvio, nadie nos vio, pero nos besamos como si el mundo se fuera a acabar, -yo lo frené- muy en el fondo era consiente de que estábamos jugando con fuego, pero a veces las ganas y las hormonas pueden más y te ayudan a auto convencerte de que todo saldrá bien y que las cosas no se saldrán de control, pero todo fue saliéndose de las manos y no precisamente por mi, por él. Empezó a llamarme, dedicarme canciones, celarme con compañeros de trabajo, se molestaba porque si o porque no, y es ahí, dónde tener un “cuento” en el trabajo deja de ser una buena idea, porque el ambiente se volvió horrible cuando él estaba molesto por algo, todo cambió porque ya no éramos los amigos bacanos que se contaban todo, por el hecho de vernos con otros ojos, todo cambia y eso no debería ser así, es como si tú cerebro te exigiera enojarte por todo; si la otra persona no actúa como tú lo esperas o cómo tú quisieras, si te hace una broma y ya no te parece tan graciosa, por el simple hecho de qué hay un gusto, todo te enoja o viceversa, y en realidad, no debe ser así, ni somos, ni son de su/nuestra propiedad, y, qué es lo que hace que lo que antes no te ocasionaba malestar, ahora se convierta en un problema y motivos para pelear? 

La EXPECTATIVA, pero eso es otro tema, en nuestro caso, o más bien, en el caso de Omar, yo creo que lo que él sentía era frustración y le pegaba duro el ego porque no me podía comer, fin! 

Eso los descompone (a todos), no hay excepción, esa impotencia de no tener la vagina que les provoca los indispone; en este caso, aunque el man me pareciera muy atractivo y estuviera de por medio toda la adrenalina y las ganas, no me convencía mucho el hecho de meterme con este man que tenía a su mujer con bebé a bordo, me tenía espantada con sus videos en WhatsApp con su pene erecto y tocándose, lo cual no tenía nada de atractivo, además conocido de Alan, además mi jefe y sobre todo “celoso del culo e inocente de los gastos” diría mi sabia mami. 

Hasta que un viernes me embriagué – cómo se me había vuelto costumbre – y le escribí, me puso cita para que nos comiéramos de una vez y por todas el día siguiente a las 8 am, ósea! Mi resaca no tenía presentación, pero le cumplí la cita, imaginé que iríamos a desayunar y luego a un motel, pero no, el man me llevó a un apartamento que le había prestado un amigo mientras él estaba haciendo mercado con la esposa… no tienen idea la pena ajena que sentí, el tipo todo un jefe, ni pa’ pagar un motel? Obviamente salí corriendo de allí, yo no esperaba que me llevara un ramo de flores, pero en serio que me comiera mientras su amigo mercaba? Hasta allí llegó mi fantasía, me odió, me bloqueó de todo lado y el resto de mi permanencia en ese trabajo fue un desastre gracias a él que todo lo hacía más difícil. Así que estoy segura que los hombres también tienen su toque de resentimiento, no solo nosotras como lo afirman muchos. 

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