Cuando me enteré de ese POSITIVO, se me pasó de todo por la cabeza, entre esas la estúpida idea de “tal vez el bebé nos una”… ayy no, que ridícula yo; pero la que más me atormentaba era si decirle a él, hablar con Alán y ser yo la que pidiera perdón, irme de la ciudad, del país, etc… Se me pasó de todo por la cabeza, me sentía tan nerviosa y tan inepta.

Obviamente, mi paño de lágrimas estaba ahí, pero sin una palabra, solo con su silencio, Arturo no me dejaba sola pero creo que él estaba más en shock que yo. Pasaron varios días sin dormir, llegando a casa temprano a encerrarme en mi cuarto, revisando mi celular viendo como estaba en línea y no me hablaba, imagino que estaba en las mieles del amor con su novia; y mientras tanto yo enloquecía pensando qué hacer con mi vida y sobre todo queriendo arrancarme el corazón para no sentir.

Pasaron tres o cuatro días – no lo recuerdo – hasta que tomé el impulso de escribirle y decirle que necesitaba hablar con él; obviamente como estaba de “amores” me sacó excusas y andaba bastante digno; – ahora que lo pienso, yo asumo el error al 1000%, pero el tipo es o era tan prepotente y pretencioso, que es increíble la manera como permití que me pisoteara. Finalmente, logré convencerlo para que nos viéramos en la tarde, después del trabajo y sin mucho detalle le dije que la razón por la que estabámos allí era porque estaba embarazada… adivinen su respuesta!

“No nena, cómo así?, yo tengo novia” y en esas milesímas de segundos lo único que pensé fue “gracias idiota, no me había dado cuenta” – ahí, no pude disimular: ahí, solo quería matarlo: ahí, me di cuenta que no solo el tipo era un canalla sino también un imbécil, así que en un increíble minuto de coraje, le dije “no me digas, no tenía ni idea que tienes novia” y salí del restaurante con toda la convicción de que ya no tenía una venda sobre mis ojos y que podía ver la realidad de otra manera. Las llamadas no se hicieron esperar, los mensajes, toda la tarde, pero yo me sentía tan indignada que no puedo explicarles lo fuerte que me sentía en ese momento.

En la noche, después de llorar, recorrer todos y cada uno de los días que habían pasado a su lado y sin él; de mi fracaso matrimonial y de darme durísimo por hacer sido la peor madre para Ana y la peor hija para Helena en los últimos meses, decidí meterme a la ducha y drenar más y más de ese dolor. Les juro que sentía tanto dolor que de todo pasaba por mi mente, abortar, suicidarme y que Ana viviera con Alan, ser lo suficientemente valiente e irme de la ciudad con mi hija, mi madre y el bebé que venía y empezar de cero, con qué cara iban a verme todos en la agencia, de todo!, les aseguro que en esa ducha, ese día el mundo se me vino abajo una vez más.

Fue uno de los fines de semana más largos de mi vida, recibí un par de mensajes por parte de él, pero obviamente solo para preguntarme qué tenía pensado hacer, -YO! no que “ibámos a hacer” – muy seguramente él pensaba que yo me había hecho el bebé con un dedo y si me permiten ser honesta, yo tenía claro que no tendría ese bebé y menos en esas condiciones; si, muy perra y mal ser humano, pero en este tipo de decisiones es preferiblemente no juzgar porque hoy estás arriba y tal vez mañana, te ves en una encrucijada así como en la que estuve yo y tendrás que decidir y solo el tiempo te mostrará si lo hiciste bien o no tanto.

Sentía que lo odiaba, aunque era consciente de que yo solita me había metido en esto; y aunque sé que muchas que me leen me estarán juzgando por mi falta de valentía – lo cual es cierto – también les puedo decir que jamás estás lista para afrontar con sabiduría situaciones como esta.

Finalmente, decidí dejar de evitarlo y le respondí los “básicos” mensajes. Le pedí que me acompañara para averiguar como era el tema de la interrupción del embarazo y recuerdo tanto que mientras yo estaba destruída en la sala de espera, sintiéndome como una rata, pensando en Alan, en Ana, en Helenita, en como mi vida se iba a la mierda, él estaba a mi lado tratando de solucionar una vez más sus problemas con su novia y al parecer ella no estaba tan flexible y eso lo tenía a él con el genio alborotado. Mientras eso pasaba, me juré lo volver a salir con él, no volver a hablarle, me juré tantas cosas, pero era tan poca mi fe en mi misma, que la dignidad nuevamente me duró un par de días, porque al parecer las cosas con su novia no tuvieron buen final y me buscó y ahí estaba yo, la misma idiota falta de autoestima esperando.

“Tomámos” la decisión de interrumpir el embarazo con unas pastas que me envió el ginecólogo y duré con ellas en mi bolso casi 10 días … no podía! y más aún, porque creo que había algo de esperanza en mí, él estaba hecho un príncipe, aunque no hablabamos mucho de eso, quería verme todos los días y hasta con carta y regalitos idiotas llegaba en las mañanas. Fue la única semana, donde realmente sentí que todo había valido la pena, que él me quería a su lado y que podría funcionar… pero había que tomar una decisión con respecto al embarazo porque el doctor había sido claro, más días, más complicado que las pastas funcionaran, así que las tomé. 5 años después, esa cicatriz está en mi mano, la veo todos los días y cada día trato de perdonarme por eso, no puedo pensar qué hubiera sido de mi vida si no lo hubiera interrumpido, porque tengo la certeza de que el “hubiera” no existe, así que jamás lo sabré; lo que si puedo gritar a 4 vientos, es que esta ha sido la relación más “tóxica” y dañina de toda mi vida.

Obviamente, mientras estuve en ese proceso que fue casi de 8 horas, estuve sola, en mi habitación, muriendo del dolor, de él solo recibí una llamada que no pude contestar porque el dolor físico no me dejaba hablar. Unos días después, me vi con él y fue el sexo más asqueroso de toda mi vida porque me trató como una muñeca de trapo y porque a él no le importó que yo le pidiera que no fuera brusco porque yo aún me sentía algo maltratada. Ese día, fue el último día que lo vi. Ese día se cayó la venda de los ojos, ese día él tomó la poca dignidad que me quedaba y ahí quedé yo, en esa cama, desnuda, sangrando y absolutamente destruída.

Me tomó más de 6 meses recuperarme de esto, de esta experiencia, de enfrentarme a estar “sola”, a ser mamá soltera, a que Ana viera a Alan cada 15 días, fueron 6 largos meses en los que lloré más de lo que reí, pero también comprendí muchas cosas en las que debía trabajar en mi, aunque debo reconocer que a esa parte llegué casi 8 meses después y aún trabajo en ellas.

A Esteban mi más profundo agradecimiento, por haber sido uno de mis más grandes maestros de vida, por enseñarme que cuando las cosas se forzan casi siempre los resultados no son los esperados, por enseñarme a no suplicar amor y sobre todo por mostrarme algo que yo no podía ver y era que siempre estaba actuando con miedo, inseguridad y necesidad. Gracias!

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