Mi mamá rehizo su vida con un hombre maravilloso hace 18 años, – si haz leído todos mis capítulos, sabes de lo que hablo – y sino, en resumen, ella ya tenía dos divorcios encima, tres hijos y dos nietos, cuando conoció a este ser lleno de nobleza y hago énfasis en los hijos y nietos, por si eres mamá soltera y/o pasaste de los 30 o 40 y estás convencida de que te quedarás sola porque nadie se fijará en ti, para que veas lo equivocada que estás. Papi, como le llamamos mis hermanos y yo de cariño al esposo de mi mamá, ha vivido en Estados Unidos por los últimos 40 años, así que después de un noviazgo a distancia de casi 3 años, ellos se casaron y mi mamá se mudó con él a la Florida.
En varias ocasiones, mi mamá nos decía a Helenita (quien es su mamá), y a mi, que ella quería que viajáramos, que quería conocer a Isabella, que pasáramos unas vacaciones con ella, pero como yo estaba con Alán, él siempre dijo que no quería ni de vacaciones ir a Estados Unidos, porque según él, es un país de mierda, de monopolización y bla bla bla; acto bastante egoísta, teniendo en cuenta que no se trataba del país, sino de poder visitar a mis papás, después de casi 9 años de no verlos. Pero a la final, no era culpa de él, la culpa y responsabilidad de no haber tramitado mi visa, o aceptarle a mi mamá su propuesta de tramitar mi residencia, fue mía y solo mía, ¿por qué? por depender, y no económicamente, porque mis papás corrían con todos los gastos, sino por depender emocionalmente de mi pareja de ese momento, por no tomar decisiones en pro de lo que yo quería, de lo que a mi me gustaba, y no me victimizo, solo recuerdo, evalúo y aprendo.
Pero ya para Octubre de 2015, después de todo el tema de la separación con Alán, mi historia dolorosa y vergonzosa con Esteban y una que otra mendigada de amor, mi mamá nuevamente me propuso solicitar la visa de turista y viajar para la Navidad, así que dije, de una! Era eso, o quedarme en el ciclo más tóxico de toda mi vida, no solo viendo como Alán hacía su vida y era papá cada 15 días, sino sintiéndome cada vez más sola, más miserable; y aunque debo reconocer que no tenía ganas de nada, porque era tanta mi crisis de ansiedad y depresión, mis niveles de cortizol tan altos y mi serotonina tan baja, que solo quería estar acostada, en un brinco de la cama sin pensarlo y sacando fuerzas de donde no tengo idea, hice todas las vueltas para viajar. Para ese entonces, todo era más rápido ante la Embajada en Colombia, así que fue un tema de aproximadamente mes y medio; después de rogarle a Alán que me diera el permiso para sacar a mi hija del país para conocer a su abuela, – plan que a él obviamente no le parecía – y organizar todo, el 23 de diciembre de 2015, Helenita, Isabella y yo estábamos rumbo a Florida. Ellas, no se cambiaban por nada, Helenita, porque vería a su hija después de 9 años de no verla, e Isabella por la emoción de conocer a Mickey; mientras tanto yo, me llenaba de optimismo para manifestar que estas vacaciones serían el principio del final, de pasar la página y finalmente, cerrar todos esos capítulos amargos y dolorosos.
De las vacaciones hay mucho que hablar, pero no entraré en detalles aquí, porque hay detalles muy familiares y personales que los tenemos en el corazón y tampoco pretendo aburrirte a ti que me lees. Pero si me pidieran un resumen de ese mes, simplemente diría que nunca estamos solas, siempre hay alguien, siempre está tu familia, o un amigo, o un conocido, Ángeles terrenales que llegan a tu vida de manera inexplicable, sobre todo cuando más los necesitas. Así que ahí estaba yo, rodeada de Ángeles, que no solo me estaban mostrando que había un mundo más allá de la ciudad donde estaba viviendo, la Agencia donde había estado rodeada de tanta toxicidad, el pueblo, el círculo de “amistades”, Alán o Esteban, había todo un mundo más allá de lo que conocía y que yo me había estado negando la oportunidad de conocer. Ángeles que me recordaban mi valor, ese valor que yo no veía por ninguna parte, así que fue un viaje liberador, risas, lágrimas, paseos, esa navidad, jamás pensé que sería así, simplemente fue maravilloso. Mi hermano menor, ya vivía allí y estaba recién casado, así que el reencuentro también fue maravilloso, verlo trabajando, verlo como esposo, él siempre fue para mi como mi bebé chiquito.. En su trabajo, él conocía a un chico de NewYork, el cual no hablaba nada de español pero sabía de Colombia, no solo por mi hermano, quien es su amigo, sino por Pablo Escobar, como la mayoría; y él había tenido un año atrás, una experiencia bastante dolorosa con su ex pareja, y que después de un duelo largo, quería conocer una mujer que quisiera familia, que quisiera trabajar para salir juntos adelante y sobre todo que fuera siempre honesta, así que mi hermano, no dudo un minuto en jugar al doctor corazón e intentó hablarle a este chico de su hermana la Colombiana, recién separada, ósea, yo!.
Recuerdo que me mostró una foto de él, y yo sin pensarlo dos veces le dije – NO -. No solo porque no me había gustado para nada, sino porque mi corazón ya no resistía una herida más, me sentía tan agotada, tan asfixiada, había sido una tormenta sin fin todo ese año, y ahora que ya podía medianamente respirar y ver la luz al final del túnel, no quería arriesgar ese poco oxígeno que me estaba llegando por nada ni por nadie. Y hoy que lo pienso, mientras escribo, puedo asegurar que han sido de las mejores y más maduras decisiones de toda mi vida, porque no estaba lista para algo diferente a lo que siempre había vivido y porque no dejé que el miedo a la soledad o al rechazo, decidieran por mi.
Así que a finales de Enero, después de un viaje, sin chicos, sin mensajes traumáticos, y aún con heridas que ya no sangraban tanto, pero que aún estaban abiertas, estábamos rumbo a Colombia para volver a empezar, con la promesa a mis padres, de que volveríamos para la siguiente navidad. Estaba motivada y esperanzada para comenzar de nuevo, empecé a estudiar inglés porque después de ese viaje me sentía un poco ignorante, aunque lástima que, por lo menos en mi país, no enseñen el idioma de manera práctica y real, sino tannnn teórico; retomé mi trabajo con mi amiga Vero y empecé a dedicarle más tiempo de calidad a Isabella y Helenita, finalmente, solo nos teníamos las tres.
No te puedo decir que ese viaje, me sanó y que jamás lloré y que todo era perfecto, quisiera, pero no, no fue así. Si fue una gran ayuda para soltar mucho dolor, para perdonarme, pero en el fondo, aún esperaba un mensaje de Esteban, o una llamada de Alán, aún habían noches en las que lloraba en silencio, en las que el miedo se apoderaba de mi e intentaba arrebatar mi remota esperanza, el miedo a la soledad me daba durísimo. Incluso, me volví a estrellar, encontrándome una noche a Esteban con su mejor amigo en un bar, en el que yo estaba con una amiga, y si bien no lo busqué, él si, pero en son de amigos, lo cual es más dañino, porque una chispa de esperanza se prende con el mínimo viento, esa noche solo con escuchar que había terminado con su novia y que siempre me había “querido” me hizo pensar que esa vez podría funcionar … yo fui el viento que encendió su propia chispa, nadie más, y como él me pidió que le escribiera cuando llegara a mi apartamento, según él para quedarse tranquilo, no solo lo hice inmediatamente, sino que un par de días después, le escribí para invitarlo a tomarse una limonada de hierbabuena, que a ambos nos encantaba. Claramente, me sacó el cuerpo olímpicamente, y volvió a parecer para Octubre para mis cumpleaños, que fue la última vez que supe de él, y que esa vez, ya estaban mis heridas tan cicatrizadas, que ya no hubo necesidad de leer su mensaje, simplemente lo eliminé.
Así que si al 2015 le agradezco tanto dolor, tantos aprendizajes, tantas lágrimas, abrirme los ojos para ver realmente quienes eran las personas que yo creía que me amaban o me apreciaban, al 2016 le agradezco tantas noches de soledad, de oscuridad, de esperanza en las mañanas y de desmotivación en las noches, porque fue mi proceso, fue todo un año para enfrentar mis monstruos, para conocerlos, para hacerlos mis amigos, para sanar a mi niña que lloraba la ausencia de una figura paterna en su vida, de dejar ir, de soltar el control, de perdonar – que eso si que cuesta -, de ver a esas personas desde la compasión, no desde la rabia, pero tampoco desde la lástima. Por primera vez estaba invirtiendo en mi, no solo dinero, sino tiempo y sobre todo paciencia y ufff quisiera pintarte ese proceso con colores alegres, pero no, el proceso de perdón, de amor propio y de aceptación duele como un putas, pero lo vale todo.
Todo esto, paralelo, a uno que otro mensaje semanal que me enviaba el chico gringo aquel que no se dio por vencido y que según él, solo quería conocerme un poco más, así fuera de manera virtual para tener con quien hablar, los cuales – yo a punta de traductor – contestaba esporádicamente, porque no permití que nada me robara el enfoque en mi proceso.
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Mia.